domingo, 8 de marzo de 2009

28129

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos, aunque aún era capaz de recordar cada detalle de aquel día.

Admito que mi inseguridad y yo estuvimos a punto de dar media vuelta. Sólo había sido un sueño, una estupidez… quizás debía esperar a tener las cosas más claras. Pero había algo que me decía que no me equivocaba, que ese sueño no fue casualidad, más que nada porque no creo en ellas. Era ahora o nunca.

No paraba de llover, pero ese día parecía no afectarme, es más, me gustaba, era reconfortante. La lluvia parecía limpiarme por dentro, me daba fuerzas.

Cuando quise darme cuenta ya estaba frente a la puerta. Respiré hondo. Pensé que aún podía marcharme… Pero no lo hice.

No fue él quien abrió. Estaba nerviosa, muy nerviosa, y se notaba. Apenas pude balbucear unas cuantas palabras desordenadas antes de entrar.

Llegué a la habitación. Segunda puerta, segunda duda. Entreabrí la puerta y me asomé con cuidado. Lo vi tumbado de espaldas, cubierto de mantas y un gran edredón, apenas se apreciaba su cabeza. Parecía estar dormido.

No me decidía a entrar. Eché un vistazo alrededor. Sobre el escritorio había un montón de fotografías, papeles arrugados y libros. Muchos libros. Pero me llamó la atención uno en especial, más pequeño de lo normal con la cubierta azul y las letras doradas. Sentí curiosidad…

- Puedes pasar...

Me estremecí al oír su voz. Sonó tan fría... Me quedé quieta, indefensa. Me entró miedo, y otra vez las dudas. Quise salir corriendo de ahí. Esto no era un sueño, era la vida real.

“¿Qué es lo que realmente deseas hacer? No lo reprimas. Olvida el miedo, olvida todo lo demás”.

Entonces avancé, dejé mi bufanda sobre la silla, me quité los zapatos, me metí en la cama y lo rodeé con mis brazos mientras me acurrucaba contra su cuerpo.
Él se giró y me abrazó con fuerza, como si llevara todo el tiempo esperando ese momento.

- Lo siento… - susurré.

Me abrazó aún más fuerte. Yo temblaba, no sé si del frío, de la fiebre, del miedo o de las lágrimas que intentaba contener inútilmente.

Pasó un largo rato hasta que dejé de temblar. Él no dejó de abrazarme ni un segundo.

- ¿Por qué...? - dije.

Se separó de mí un poco, lo justo para poder mirarme a la cara. Había algo extraño en sus ojos. Nunca los había visto brillar de esa manera… O quizás nunca antes me había dado cuenta.

- ¿Tienes miedo?

Me quedé pensado unos instantes… Algo había cambiado. Todo había cambiado.
Negué con la cabeza. Estaba segura.

- Me encanta ese brillo de tus ojos - me dijo - Siempre me ha gustado.
Sonrió.
Y de repente, lo entendí todo.

1 comentario:

  1. me encanta... y lo sabes (L)

    tenemos ese poder... y esa impotencia
    inevitable

    4

    te quiero

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